Como señala Boucheron, “No podemos confiar en nuestras propias impresiones para medir la fuerza política de las imágenes”, el predicador Bernardino de Siena era un claro ejemplo de esto, recorría ciudades para predicar frente a inmensas multitudes de personas tratando de proyectar estos frescos de Lorenzetti, pero no hablaba de gobierno, sino de los efectos de éste, no describía la imagen como tal, hablaba de paz y guerra, de felicidad y tristeza. Bernardino describe un recuerdo que tiene de la imagen, el cual se apoya de su imaginación, evocando imágenes que para el son importantes que escuchen sus oyentes, Boucheron dice, “ imágenes que escapan de muchos observadores”.
De aquí la percepción de cada uno, de las historias escuchadas a lo largo de nuestra evolución, de las experiencias vividas y de la utilización de la imaginación para poder crear historias, como menciona Harari, “órdenes imaginados”.
Podría
que Ambrogio Lorenzetti al pintar estos frescos tener esta
imaginación de un orden social, de lo que es un buen y mal gobierno
y sus efectos, por haber escuchado y creído otras historias sobre
estos.
A su vez estas pinturas podrían replicar estas historias para los gobernantes de Siena, para que pudieran utilizar su imaginación y observar por ellos mismos las acciones que tenían que realizar y la cooperación que tendrían que establecer de forma conjunta para poder lograr ese orden social, y las cosas que tenían que evitar hacer para la no destrucción del mismo.