A partir de comentarios que se escuchan con mucha frecuencia, parece necesario observar que en ningún pasaje de El Príncipe Maquiavelo escribe que el fin justifica los medios.

Por el contrario, dedica el capítulo VIII a aquellos que “que por medio de maldades llegan al principado” y analiza el caso de Agátocles (también el de Oliverotto de Fermo), que se condujo hábilmente para llegar al poder y mantenerlo, pero sin embargo, nos dice (evidenciado las tensiones que el uso de los términos y la forma de conducirse de los hombre conllevan) que “no se puede llamar virtud matar a sus conciudadanos, traicionar a los amigos, no tener palabra ni piedad ni religión; tales modos pueden hacer adquirir imperio, pero no gloria. Porque si se considera la virtud de Agátocles para entrar y salir de los peligros y la grandeza de su ánimo para soportar y superar las adversidades, no se ve porqué debería ser considerado inferior a cualquier excelentísimo capitán. Sin embargo su feroz crueldad e inhumanidad, con sus infinitas maldades, no permiten que sea celebrado entre los hombres excelentísimos”.

 Aquello sobre lo que sí nos advierte Maquiavelo, planteándonos las enormes dificultades de la responsabilidad de mando y las consecuencias eventualmente trágicas de sus decisiones (no solo a nivel del individuo que las toma), es que “si se considera bien todo, se encontrará algo que parecerá virtud y siguiéndolo sería su ruina, y algo que parecerá vicio y siguiéndolo conduce a su seguridad y bienestar”.