Algo más

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de Rodriguez Arturo -
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Es cierto que, en principio, El príncipe es un texto que se propone instruir al posible, futuro gobernante. Su lector presunto y deseado no es el pueblo sino el gobernante.

Sin perjuicio de ello, se lo ha leído e interpretado, con el paso del tiempo (como probablemente sepan, Luce Fabbri, que es la cotraductora y comentarista de la edición que tienen todos disponible aquí en EVA, sostiene esta posición, que tiene antecedentes, quizá los más notables hayan sido Spinoza y Rousseau) como un tratado que produce en el lector un efecto de repudio y rechazo a las prácticas que se emplean en el gobierno, por tanto, como una advertencia a la gente común sobre el “verdadero carácter” del ejercicio del poder político.

 Queda sin dilucidar si esa fue o no la posible, o una de las posibles, intenciones de su autor al redactarlo o es un efecto posterior, impensado por el autor, del texto en lectores de una época distante y distinta a aquella en la cual se redactó.

 Lo cierto es que a Maquiavelo le interesaba sobre manera el poder, los efectos transformadores de la historia que derivan de su ejercicio, y que era plenamente consciente de las consecuencias negativas de un mal gobierno o de la ausencia de individuos con virtù para ejercer el poder.

 

Maquiavelo era un florentino y la península itálica estaba compuesta, durante su vida, por una diversidad de entidades políticas, algunas principescas, otras que se identificaban como republicanas, otras bajo dominio de monarcas residentes en otros países, etc.

 La unificación italiana será un proceso de la segunda mitad del siglo XIX. En esa península, en la antigüedad, estaba empero la cuna de un gran imperio que se extendió más allá de todo el mar Mediterráneo.

 Todos han observado, probablemente ya, su orientación hacia lo que es y no lo que debe ser (lean al respecto el capítulo XV), esto es su realismo.

 De cualquier manera no deberían pasar por alto que entre la multiplicidad de ejemplos que expone los hay legendarios y hasta míticos, esto es que no todos fueron históricos (y los que lo fueron pueden estar embellecidos o deformados a fin de servir mejor a los objetivos descriptivos y consejos del autor de El príncipe).