Sobre las lecturas en esta unidad

Sobre las lecturas en esta unidad

by Rodriguez Arturo -
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En la Unidad 6 tienen que leer el breve prólogo de Marx a su Contribución a la crítica de la economía política y el famoso manifiesto de Marx y Engels, publicado en febrero de 1848.

Hay, además, como en los casos anteriores, algunas lecturas complementarias que esperamos puedan contribuir para mejorar la comprensión e interpretación de los textos centrales de la unidad (ampliados, por ejemplo, con algunos materiales producidos con motivo de la celebración de los 200 años del nacimiento de Marx, el 5 de mayo de 2018).

Tienen disponibles comentarios que, creo, pueden ser útiles. La intención es, siempre, la de ayudarles a una mejor comprensión tanto del prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política como del Manifiesto.

Tengan presente que el tan famoso panfleto se escribió originalmente a pedido de un grupo de exiliados alemanes en varios lugares de Europa. No constituían para nada un partido en el sentido "moderno" (y todavía actual) del término: una forma de organización de voluntades y un mecanismo de captación de votos que recién comenzaba a esbozarse.

Se trataba de un número no demasiado grande de exiliados que requería un nuevo programa escrito tras el cual pudieran unificarse (algunos integraban el Comité de Correspondencia Comunista, fundado en Bruselas en 1846, otros la Liga de los Justos y/o de la Justicia, una organización clandestina de exiliados que se fundó en París en 1836 y se extendió a Londres y otras ciudades de Europa). Aparentemente Marx terminó de redactarlo en febrero de 1848 y ese mismo mes se publicará, por vez primera, en Londres.

El título del Manifiesto puede muy bien sorprenderlos. Fue el siguiente:

Manifiesto

del Partido Comunista.

Publicado en febrero de 1848.

¡Proletarios de todos los países, uníos!

Londres.

Impreso en la Oficina de la Sociedad Educativa

para los Trabajadores

de J. E. Burghard.

46, Liverpool Street, Bishopgate.

 

Por supuesto que todo en alemán: 

Manifest der Kommunistischen Partei … Communistischer Arbeiterbildungsverein

 

Pero ese partido todavía no existía. Así que el panfleto antecede a la organización partidaria cuyo nombre lleva y que tomará un buen tiempo constituir.

Su repercusión inicial fue limitada (y el tal fantasma o espectro al que sus autores aluden era una preocupación sobre todo policial, y ni siquiera la prioritaria) aunque paulatinamente se traducirá a muchas lenguas europeas. Hacia finales del siglo XIX su impacto ya sería planetario.

Su impresión en Inglaterra coincidió con el inicio de los movimientos revolucionarios europeos de 1848, con los que empero nada tuvo que ver.

El empleo de la denominación partido no referiría, entonces, a una organización unitaria con fines políticos sino, más probablemente, a una orientación ideológica compartida por (y para) esos grupos dispersos de exiliados de lengua alemana.

Su popularidad y difusión posterior muy probablemente distorsionó el carácter original del panfleto, una obra para nada definitiva del pensamiento y de las teorías que sus autores (que tenían entonces 30 y 28 años) fueron desarrollando durante décadas y hasta su muerte.

Escrito en circunstancias y con propósitos muy específicos, su difusión mundial posterior propició lecturas seguramente muy alejadas de aquellas que imaginaran sus redactores.

Se ha señalado su carácter profético (mucho mayor del que se advierte a primera vista), sus recursos literarios (imitación de los clásicos), la eficacia retórica del uso de frases breves, concisas, muchos de ellas memorables y movilizadoras, la abundancia de imágenes, los pasajes desafiantes, los muchos elementos retóricos que contribuían a fortalecer la fe de los perseguidos en su papel en la historia y en un futuro que se imagina muy distinto, que estaría por advenir, cuya más o menos próxima realización se fundamentaría en procesos involuntarios y científicamente estudiables (al modo de las certezas que lograban las ciencias físico naturales de ese siglo). Se han advertido paralelismos con las promesas de parusía del cristianismo y el profetismo de muchos textos religiosos. Precisamente, el sentido etimológico del término profeta, vía latín y griego, quiere decir el que anticipa, quien dice con anticipación. En alguno de los textos recientes verán que se subraya ese aspecto de anticipación del escrito, que parece describir procesos hoy en arrolladora marcha (por ejemplo, entre otros, los que suelen denominarse ahora como "globalización" o "mundialización").

Con sustancial acierto el crítico literario George Steiner ubica al socialismo como una de las dos ramas “heréticas” del judaísmo mosaico y profético (siendo la otra el propio cristianismo que se originó [o derivó] del Antiguo Testamento y de los mencionados evangelios): “esencialmente judía por sus teóricos y primeros defensores, [...] la del socialismo utópico y la del marxismo. En éste, la pretensión de trascendencia se hace inmanente; se afirma que el reino de justicia e igualdad, de paz y prosperidad, pertenece a este mundo. Con la voz de Amós, el socialismo utópico y el comunismo marxista leninista lanzan un anatema contra la riqueza egoísta, contra la opresión social, contra la mutilación de innumerables vidas a causa de una insensata avaricia”.

Puede advertirse la preocupación de sus autores por diferenciarse de otros movimientos críticos contemporáneos, a los que se calificará de utópicos, y por presentarse como una propuesta o proyecto con un grado mayor de seguridad y de correspondencia con la comprensión cabal de los procesos históricos y las tendencias involuntarias que se dejan advertir o que los autores descubren.

La fe en la ciencia como conocimiento cierto, demostrable, está manifiestamente presente, así como una confianza en que el futuro evidenciará en la práctica el acierto del programa y de las descripciones del movimiento histórico que en el Manifiesto se realizan.

Comparten con muchos otros escritores del siglo XIX, herederos de la Ilustración, la fe en el progreso y la convicción de que el movimiento histórico sucede por etapas y que universalizará (extenderá paulatinamente a todo el mundo) lo que ellos observan que ocurre en las metrópolis centrales de Europa (y del mundo), en particular en Inglaterra.

Pero en el Manifiesto no los motiva una preocupación científica, que sí es central en otras obras posteriores, como en El capital, cuyo primer tomo (y único publicado en vida de Marx) es de 1867. El propósito del panfleto es muy concreto: persuadir. Se trata de un escrito de propaganda dirigido a un público eventualmente amplio y diverso. En todo caso evidencia la capacidad de ambos escritores para producir obras disímiles, algunas rigurosas, abstrusas, con pretensión teórica mayúscula y otras de divulgación.

Un comentarista escribió, con acierto, que la eficacia del Manifiesto está en el uso de “un lenguaje que une la sintética rigurosidad de una orden con la infalible certeza de una demostración matemática, y cuyo arrebatador patetismo no procedía tanto del empleo de grandes palabras como del poder de la inexorable coherencia de los hechos desplegados”.

En todo caso es seguro que para una cabal comprensión de la teoría que elaborarán, en diversos ámbitos, no basta la lectura de estos dos textos. Su teoría proseguirá elaborándose y corrigiéndose (los muchos prólogos que Engels escribiría para las ediciones y rediciones del Manifiesto en distintas lenguas también evidencian esto) durante varias décadas más (las obras completas continúan publicándose todavía y superan ya los 50 tomos).

Desde nuestro presente la lectura de su obra, y también de estos textos, presenta algunas dificultades y estimula a analizarlos críticamente.

Al comienzo de la crisis económica internacional que se hizo visible en 2008 (y de la que no se termina de salir), dos publicaciones nada afectas al marxismo se ocuparon del mismo: la revista Time vio en Marx “el rascacielos que, en la niebla sobresale por encima del resto y otra aseveró que esa crisis evidenciaba que Marx tenía razón”.

En todo caso, muchos cambios y transformaciones del capitalismo en las últimas décadas aparentan revalidar algunas de sus tesis fundamentales.

El argentino Borón, hace ya unos años, escribía que “si en los años cincuenta o sesenta la visión que proponía el Manifiesto sufría los duros embates de un capitalismo que, en la posguerra, aparecía como dispuesto a reconstruirse democrática e igualitariamente –y de ahí la proliferación de los discursos acerca del ‘fin de la lucha de clases’ o la ‘muerte de las ideologías’–, el paisaje de los años noventa nos muestra, por el contrario, el avance incontenible de los rasgos y manifestaciones más regresivas de este modo de producción. La consolidación de los monopolios, el aumento de la polarización social (no sólo en los capitalismos de la periferia sino también en los centros metropolitanos), la universalización del fenómeno de la pobreza, la degradación del trabajo humano y del medio ambiente, el resurgimiento del racismo y la creciente desigualdad internacional que abre un abismo entre los países industrializados y las naciones que componen el 80% de la población mundial son otras tantas pruebas, irrebatibles y contundentes, que atestiguan la vigencia de los diagnósticos y pronósticos fundamentales formulados por Marx y Engels en los lejanos días de febrero de 1848”.

Esto muy bien puede discutirse, pero parece seguir vigente lo que observara el filósofo francés Jacques Derrida, en su Espectros de Marx (en español se publicó en 2012): “Lo quieran o no; lo sepan o no; todos los hombres de la tierra son, en cierta medida, deudores de Marx”. Antes el historiador francés Fernand Braudel nos recordaba hasta qué punto el espíritu y el vocabulario de nuestra época están impregnados de ideas marxistas.

Si en el Manifiesto no describieron con exactitud su propio tiempo (Europa y el mundo a mediados del siglo XIX) hay quienes sostienen que anticiparon el nuestro (el mundo de las primeras décadas del siglo XXI).

Para nuestro curso nos interesa, en particular, lo que dicen acerca del Estado, su función y disolución. Presten atención a los pasajes del Manifiesto en los que se explicita en qué consistiría la revolución comunista, que consecuencias tendría y lo que suponen los autores que iría a acontecer una vez que desaparecieran los antagonismos de clase. ¿Qué substituiría, según Marx y Engels, a la antigua sociedad burguesa? Y otro tanto a cómo se explica en el prólogo de Marx que leyeron el inicio de una “época de revolución social”. ¿Cómo interactúan en tales casos las fuerzas productivas y las relaciones de producción?

¿Pueden asociarse, acaso, procesos contemporáneos a esas disonancias o tensiones que los autores advirtieron en las transformaciones producidas por el modo de producción burgués en el siglo XIX?

Entre los años de aparición de estas obras y el presente ha transcurrido más de un siglo de cambios, pavorosas tragedias y desarrollos que nadie podría haber adivinado. La obras de Marx o, mejor dicho, su difusión y divulgación, su adaptación o reinterpretación por émulos y exégetas tuvo un impacto mayúsculo en la historia de múltiples sociedades durante el siglo XX (quizá mayor que la de los autores que leyeron previamente). Esa peripecia posterior no dejó de tener impacto sobre las lecturas y juicios acerca de la misma, pero todo induce a pensar que su impacto no cesará y que continuará siendo necesario conocerla.

Estas dos lecturas indicadas son apenas una mínima introducción a una obra muy vasta, diversa, ambiciosa, compleja y que ha sido objeto de las más variadas y hasta encontradas interpretaciones.