Consolidación de desigualdades

Consolidación de desigualdades

de Rodriguez Arturo -
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En el Discurso..., que es la primera lectura de ustedes de una obra de Rousseau, escribe:

He tratado de exponer el origen y el progreso de la desigualdad, el establecimiento y el abuso de las sociedades políticas, hasta donde tales cosas pueden deducirse de la naturaleza del hombre con las solas luces de la razón, e independientemente de los dogmas sagrados que dan a la autoridad soberana la sanción del derecho divino. Dedúcese de esta exposición que la desigualdad, que es casi nula en el estado de naturaleza, saca su fuerza y su acrecentamiento del desarrollo de nuestras facultades y de los progresos del espíritu humano y se hace finalmente estable y legítima mediante el establecimiento de la propiedad y de las leyes”.

En efecto, para Rousseau, según escribe en la segunda parte de su Discurso sobre los orígenes y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, la autoridad política es un ardid de los ricos. 

Es decir que no fue producto de un pacto entre iguales, ni de la victoria de los más fuertes sobre los más débiles, sino que el primer pacto social fue fraudulento: los ricos dominaron y engañaron a los pobres. 

Este pacto engañoso consolida la desigualdad económica, dado que al pactar para construir un Estado y vivir con leyes son los ricos quienes se aseguran sus posesiones y los pobres, en cambio, permanecen con lo poco o nada que tienen. Pero los pobres, no previendo las consecuencias, estuvieron dispuestos a consentir en tener leyes y autoridad política creyendo que así sería posible remediar los conflictos y la inseguridad de una sociedad agrícola sin gobierno.

Sobre el final del Discurso ... Rousseau afirma que a lo largo del proceso civilizatorio, según él observa desde una metrópolis europea de mediados del siglo XVIII, se ha cerrado un círculo (dado que la perfectibilidad humana, que no puede contenerse ni dar marcha atrás, corre paralela con la alienación, que nos hace heterónomos, aduladores, serviles e indiferentes ante el sufrimiento ajeno): la humanidad empezó en el estado de naturaleza (el primero de los cuatro estadios culturales anteriores a la sociedad civil), en el que todos sus miembros eran iguales. Y llega finalmente al estadio máximo de desigualdad (del que el autor es testigo), en el que todas las personas vuelven a ser iguales porque no son nada y ya no hay ley salvo la del amo, quien no tiene más regla que sus pasiones: “Las nociones del bien y los principios de la justicia [que surgieron con el pacto que dio origen al gobierno] se desvanecen de nuevo. Aquí es donde todo vuelve a [...] un nuevo estado de naturaleza, diferente de aquel por el que hemos comenzado en que uno era el estado natural en su pureza y este último es el fruto de un exceso de corrupción”.

La esclavitud (que nunca puede, como leerán más adelante, para Rousseau, ni originarse ni derivarse de un derecho y sí solamente de la fuerza, pues sería contraria a la misma condición de ser humano) y la propiedad privada son fenómenos históricos, producto de cambios graduales en las propensiones humanas bajo la influencia de determinadas prácticas sociales y condiciones. 

Esa larga evolución siguió un camino concreto que, en la situación o estado presente de la sociedad (según la describe Rousseau, que vivió en Suiza, Italia, Francia e Inglaterra), hizo desaparecer al hombre natural sin que tenga posibilidad de surgir el hombre civil. Para Rousseau es imprescindible mostrar que esa evolución podría haber sido distinta: si no fuere por diversos accidentes y combinaciones casuales de causas exógenas -pues no se trata de algo inevitable- pudo haber sido de otra manera.

Por eso en el Contrato social nos dirá que es factible construir una forma legítima de gobierno, dotada de un sistema de instituciones que sea razonablemente justo, feliz y estable. Sus miembros estarían libres de los más graves vicios del amor propio exacerbado, como la vanidad y la pretenciosidad, la insinceridad y la codicia. No estamos condenados a ser cada vez peores: existe la posibilidad de que mejoremos.

El remedio (en el Contrato social, que podría leerse como un ensayo optimista) a nuestros problemas consiste en instituir un mundo social con leyes adecuadas (“tales como podrían ser”) para seres humanos tales como son, siempre pasibles de modificación, dada su perfectibilidad. Esa reinstitucionalización mediante principios de derecho político posibilitará constituir una sociedad civil de hombres libres, a la vez justa y viable, estable y razonablemente feliz.

Si en el Discurso ... (un ensayo pesimista; en realidad sus dos discursos lo son, también el que fue premiado en 1750 y que ustedes no leyeron, esto es su Discurso sobre las ciencias y las artes, donde no solo niega que el progreso de artes y ciencias mejore la moral sino que afirma que conduce a la corrupción moral, la desigualdad, la vanidad y la injusticia) conjeturó que el proceso civilizatorio corrompió a los hombres, bien podría construirse un orden social que los mantenga virtuosos o los haga serlo. 

Su Contrato social y su Emilio aspiran a orientarnos acerca de cómo hacerlo (pero no garantizan que lo logremos).