Algo más sobre la Utopía de Moro teniendo presente la previa lectura de El príncipe

Algo más sobre la Utopía de Moro teniendo presente la previa lectura de El príncipe

por Rodriguez Arturo -
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 Creo que aludí al serio ludere que solazó al núcleo disperso de humanistas cristianos al que Moro se integrara como una figura muy destacada. Mucho hay de juego (pero muy serio) en su invención literaria, que no renuncia nunca al humor, la ironía y los guiños para sus amigos humanistas. La propia ambivalencia de Moro (nunca sabremos con seguridad cuál fue su opinión sobre las instituciones acerca de las que nos narra) es también parte de la disposición humorística de su escrito y que también fue común al idealismo de otros humanistas contemporáneos suyos. Se trata de algo muy serio, pero a la vez de un juego inteligente.

 Interpretaciones muy posteriores (y probablemente extemporáneas, esto es imposibles de advertir y siquiera imaginar para quienes vivían en el siglo XVI europeo) sostuvieron que en Utopía hay fermentos de totalitarismo. Con no menos razones otros lectores afirmaron que un mundo sin utopías está, precisamente, amenazado por el totalitarismo, si no es ya plenamente totalitario.

El irlandés Óscar Wilde (1854-1900) escribió, no sin ingenio, que “Un mapa del mundo que no incluya la utopía no es digno de ser observado, pues ignora el único territorio en el que la humanidad siempre atraca, partiendo enseguida hacia otra tierra aún mejor”.

No olviden que el autor termina su libro diciendo:

no puedo asentir a todo cuanto me expuso este docto varón, entendido en estas materias y buen conocedor de los hombres. También diré que existen en la república de los utopianos muchas cosas que quisiera ver impuestas en nuestras ciudades. Pero que no espero lo sean”.

 Una reserva de opinión que distingue, además, entre deseo y esperanza.

 No parece ser el suyo meramente un ensayo evangélico, ni platónico, ni socialista (una vinculación también totalmente extemporánea, el socialismo es una ideología que se originó en el siglo XIX), ni fantasía especulativa sin arraigo ni propósito, pero quizá sí un documento de una cultura humanista que aspiraba a sacar a los hombres y sus sociedades de la bestialidad y a no confundir el derecho con la fuerza (que en el Maquiavelo de El príncipe están estrechamente imbricados).

 De ahí, también, el modelo de una sociedad no igualitaria (por lo pronto hay esclavos), pero sí muchísimo más igualitaria de aquellas que un europeo del siglo XVI tenía a la vista, que se ocupaba de todos sus miembros y que, también en comparación con las sociedades de aquel tiempo, era tolerante (particularmente en lo que respecta a la religión de cada uno).

 Utopo institucionalizó la isla a partir de un triunfo militar y si bien promovían entre ellos y con los demás la paz, evitando inclusive la crueldad con los animales, se capacitaban y preparaban militarmente (hombres y mujeres), recurriendo a todas las artimañas para vencer sin padecer, sin rehuir infamia alguna, pues cuando se trataba de la seguridad de la patria se abandonaba todo escrúpulo y consideración de lo justo o injusto, de crueldad o caridad para preservarla. Solo importa vencer y proteger, Florencia para Maquiavelo, Utopía para los utopianos según nos cuenta Moro que les contó Hitlodeo.

 Tanto Maquiavelo como Moro evitan delegar en las muchas leyes y los abogados el control de la criminalidad y la solución de los pleitos, porque son las armas las que probablemente harán buenas las leyes, según escribe el florentino, que ningún beneficio producirían en ausencia de capacidad para forzar e imponer. Mientras que la floración incontenible de disposiciones, y su escasa claridad, solo sirven para hacer indispensables a esos intérpretes que son los abogados, picapleitos (nos cuenta el propio abogado Moro) que multiplican las complicaciones y enseñan a camuflar.

 La libertad (un término que se reiterará con múltiples y no necesariamente unívocos ni claros contenidos en teoría y filosofía política, así como lo hace en las diarias conversaciones hasta el día de hoy) fue exaltada por Maquiavelo, asociándola al republicanismo (antiguo y moderno). Para Maquiavelo las comunidades políticas pueden ser libres o dejar de serlo, pero aquellas que conocieron la libertad no la olvidarían jamás (un ejemplo, quizá, de irrealismo en Maquiavelo). El autogobernarse de las comunidades políticas (al modo de la polis griega) es su mayor ideal y la más feliz experiencia colectiva (que, además, hace posible las disputas y discordias en las sociedades, que no requieren unanimidades para ser vigorosas, muy por el contrario). La isla de Utopía es autárquica y se gobierna, mediante instituciones propias, electivas y representativas, a sí misma, bien protegida en su independencia por la geografía y la voluntad de sus habitantes.