Un acercamiento al narcotráfico en Uruguay

Un acercamiento al narcotráfico en Uruguay

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Uruguay, considerado el país más tranquilo y seguro de América del Sur, no está ajeno a lo que ocurre con sus vecinos y ya comparte el destino de otras naciones del continente donde el narcotráfico está presente y es parte de lo cotidiano. Es que el narcotráfico es un fenómeno global que no conoce fronteras, que habla en todos los idiomas y que actualmente se gestiona como una verdadera multinacional.

Según datos de la Oficina de Drogas y Crimen Organizado de las Naciones Unidas, esta industria, considerada una de las joyas de la corona de los negocios ilícitos, genera nada menos que 300.000 millones de dólares al año. Para tener una idea, el PIB de Uruguay es de 50.000 millones de dólares anuales.

Es la segunda o tercera actividad económica mundial, detrás de la industria armamentista, y se ha convertido en un comercio que pone en circulación enormes cantidades de dinero, que usa una fuerza de trabajo importante y variados medios de transporte, además de la corrupción y todas las formas de presión y de influencia posibles. El narcotráfico tiene una gran facilidad de desequilibrar los Estados en los que trafica y vende o que usa como plataforma para otros mercados más rentables.

Desequilibra también a la sociedad al aumentar la criminalidad. Lo que hace unos años, no muchos, 15 tal vez, era patrimonio de Colombia, de México o de algunos países de América Central, hoy está presente en Uruguay. Los uruguayos se han acostumbrado rápidamente a expresiones como “capos narcos”, "ajustes de cuentas" o "feudalización" de barrios, las que ya forman parte de la cotidianidad.

Parece que el narcotráfico ha ganado.

Conforme a esto, en Uruguay la violencia desplegada por las organizaciones criminales se ha ido incrementando. Hoy es en el marco de una lucha interna, por la disputa de zonas territoriales. Mañana puede ser enfrentando a la autoridad, pero por lo pronto ya aplican su propia justicia, la del sicariato, la del ajuste de cuentas.

Es una guerra sin principios, donde la prédica de los narcos extranjeros que comparten las cárceles con los uruguayos está haciendo escuela. En el año 2009 hubo amenazas a autoridades policiales y del Ministerio del Interior y en el año 2013 un juez penal también fue objeto de intimidación.

Estas organizaciones y sus líderes, además, no solo se expresan a través de la violencia sino también en otros aspectos como por ejemplo, el deportivo y el cultural. Los deportes masivos, el fútbol, el básquet, el turf y el boxeo son esos ejemplos donde se han insertado los traficantes uruguayos. Son lugares que tienen un doble atractivo: genera el respaldo implícito de los seguidores, reconocimiento público, y permite el lavado de dinero a través de los multimillonarios contratos de jugadores, como los que se hacen, por ejemplo, en el fútbol y en el básquet.

Pero los narcotraficantes también se han insertado en la cultura popular, sobre todo en el carnaval, donde se puede rastrear su presencia, ya sea apoyando alguna expresión en particular o directamente, como propietarios de algún conjunto. También se ha sabido que en otras expresiones culturales, como en los grupos de música tropical, cumbia villera, cumbia plancha o reguetón, hay traficantes que desarrollan sus actividades, influenciando con la cultura narco, proveniente de la cárcel, las letras de las canciones, al mejor estilo de los narcocorridos mexicanos.

Hasta ahora el tema del narcotráfico en Uruguay, salvo algunas excepciones, ha quedado en el reporte de los hechos, de los procedimientos; los periodistas amontonan muertos bajo el rótulo ajustes de cuentas, pero detrás de ese tráfico hubo y hay un traficante y todo un mundo que se mueve al son del dinero.

Las organizaciones de narcotraficantes tienen un gran poder de corrupción pública. En Colombia, México y en América Central han llegado a reclutar efectivos del Ejército.

O pueden tener al mejor bufete de abogados penalistas para defender a sus integrantes, o escribanos para certificar lo incertificable, o contadores para asesorar en las inversiones. ¿Hasta dónde llega el profesionalismo y hasta dónde la ética? ¿Dónde está la frontera?

Existe una nueva clase de profesionales dedicada a ayudar a encauzar el dinero hacia donde resulte más ventajoso: son los blanqueadores de dinero profesionales. Ellos se encargan de realizar todas las operaciones necesarias a cambio de una comisión, aunque a veces llegan a involucrarse más de lo debido cuando ayudan a ocultar las transacciones y a protegerlas de la persecución judicial.

Estos profesionales crean empresas legales o fantasmas y consiguen a quienes están dispuestos a ejercer de director o hasta de propietario, cuando en realidad los activos pertenecen a otras personas que permanecen en el anonimato.

El narcotráfico como delito tiene una dinámica y capacidad de adaptación mucho mayor de la que tienen los Estados y se va modificando sobre la marcha, con una velocidad asombrosa.

Hoy no existe ningún país que esté aislado como para no formar parte del tráfico global de drogas. Naciones como Uruguay, que años atrás solo fueron puntos de transbordo para la droga, se han convertido en proveedores, o en consumidores o en ambas cosas.

Pero principio requieren las cosas.

Punta del Este había sido el lugar elegido por el narcotraficante internacional Raúl Vivas para sus operaciones, a través de las cuales lavó unos US$ 500 millones. Fue detenido en el año 1989 y extraditado a Estados Unidos, donde aún cumple condena en una cárcel.

En febrero del año 1991 cayó también en Punta del Este José Lezcano Patiño, o Ramón Puentes Patiño, un cubano-panameño, contador del Cártel de Cali, quien fuera acusado de de introducir cocaína a Europa y Estados Unidos y de lavar US$ 8.000 millones. En setiembre de ese año fue extraditado a Estados Unidos.

Y es en la década de los años 90 que se comienzan a conocer las actividades de los capo-narcos locales.

Lilio Maurilio Martínez, conocido como Lilo, desarrolló sus actividades en la zona Oeste del país, en Colonia. Fue un pionero en el narcotráfico internacional. Con un historial de violencia importante, que se inició en el contrabando y pronto descubrió una veta más redituable en el tráfico de cocaína. También hubo quien le administró y lo asesoró en la compra de bienes y hubo quien lo cubrió y amparó toda vez que la Justicia ponía la mira en sus pasos.

Entre finales de los años 90 y principio de los 2000 en Uruguay hubo un Omar Clavijo Cedrés, que se convirtió en rey de la marihuana en la zona Este del país. Un hombre simpático, a quien le gustaba rodearse de gente poderosa. En su época de gloria fue el narcotraficante más famoso; parecía un relacionista público; pero su apurada carrera terminó en Paraguay cuando se metió con gente muy poderosa que aún hoy sigue tallando en ese país.

Hubo un Washington Risoto, Bocha, que lideró la segunda generación de narcotraficantes. Entre el año 2000 y el 2012 fue el principal "empresario" de la exportación ilegal y no tradicional de cocaína hacia Europa. Pero en su camino generó muchos enemigos y una noche terminó ajusticiado al mejor estilo mexicano en pleno barrio Palermo.

Tuvo que haber también una operación de la Policía, que se llamó Campanita, que se inició en el año 2003 y que formalmente culminó en el año 2006, que dejó al desnudo una realidad que estaba comenzando a vivirse en el país, donde coincidieron uruguayos con colombianos, capos narcos con elegantes profesionales de cuello blanco, en una red que se extendía a gran parte del primer mundo.

A estas personas se los exhibió como modernos Robin Hood, como benefactores, como amigos de los amigos y disfrutaran de algo parecido a un culto a la personalidad.

Pero solo es una parte de un problema mucho más profundo, porque el tema del narcotráfico no se analiza solo reduciéndolo a las drogas: hay grupos del crimen organizado, internas, hay narcos, hay traficantes, hay consumidores, hay corrupción, hay violencia y muerte.